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En Una mañana de Invierno Cuando mas calor hacia

 
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ceaprogressiv
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ceaprogressiv

Registrado: 22 May 2018
Mensajes: 14757

MensajePublicado: 26 Octubre 2019 09:21:29    Título del mensaje: En Una mañana de Invierno Cuando mas calor hacia Responder citando

El salón de invierno nos acogió a todos mientras la lluvia arreciaba. Bien acomodados según el mismo esquema de la terraza de verano, estuvimos mudos mirando el panorama. Enormes olas golpeaban furiosas la playa, mientras el aguacero envolvía en un sutil manto húmedo de azul a todas las cosas, mesas, sillas, incluidas en la terraza. Más tarde llegó la noche y con ella la furia de los elementos pareció desatarse más aún.
- - ¿Desean cenar?
El incisivo camarero había hecho de nuevo su aparición. Parecía no afectarle en absoluto la situación en que nos encontrábamos; con su aire distante, sus modos medidos, seguros. Sus gestos provocaban en todos un sentimiento de recelo y aversión.
Decididamente no compartía con nosotros los acontecimientos; parecía estar por encima de ellos. Esto nos irritaba. No obstante asentimos su invitación y la cena fue servida, a decir verdad, abundantemente.
De repente llego el vigilante del balneario envuelto en su chubasquero negro de brillos acharolados. Traía noticias terribles; se habían desbordado algunos arroyos y la comunicación con tierra firme se hacía imposible, estábamos aislados al menos por aquella noche. Poco a poco aquella situación fue rompiendo las barreras imposibles que nos separaban. Al principio con frases cortas casi hechas para las circunstancias, luego cada vez más y más largas, intentando estrechar nuestros lazos ante la adversidad común. Al final todos charlábamos compartiendo historias más o menos graciosas junto con anécdotas, algunas algo subidas de tono, a cargo del grupo de excursionistas que hicieron enrojecer a la señorita solitario del libro cuyo título no podía leer. Por fin, vencido por el sueño, me acomodé en un rincón del salón arropándome con unos manteles de cóctel que el antipático camarero me había proporcionado. Me sentía contento, aquella adversidad había procurado a mi reglada vida unas horas de benéfica incertidumbre; ciertamente era interesante. Me dormí.
Al día siguiente el panorama era desolador. La lluvia incesantemente golpeaba los grandes cristales del salón de invierno, envolviendo en una atmósfera húmeda y sombría todo el espacio exterior. Vimos, a ratos, aparecer y desparecer algunas embarcaciones a lo lejos. Pedían auxilio agitando señales luminosas, para luego desaparecer sin rastro. Sorprendentemente nadie parecía aterrorizado por aquel espectáculo; simplemente mudos, asistimos a él como a un ceremonial. Acabamos por dejar de mirar y cada cual se sentó en su mesa intentando entretener su tiempo en algún vago quehacer. Sólo la marquesa y sus amigas parecían ajenas al drama exterior. El humo de los cigarrillos, el acompasado caer de los naipes, las sonoras palmadas cuando se acaparaba un punto y las ordenes imperativas de Doña Isabel, pautaban el tiempo. El camarero se paseaba entre nosotros atento a nuestros movimientos, como un espía, eso sí, atendía a cada petición de forma diligente pero terminaba por crear un ambiente enrarecido con sus respuestas cortantes y sus preguntas sin pausa:
-¿Desea algo?. ¿Tomará el desayuno?, repetirá la sopa? ¿Desea acostarse?,¿algo para distraer el apetito?...Hice una observación: nunca decía señor o señora, solo repetía una y otra vez las mismas frases. Era insultante su actitud. Parecía recrearse ante nuestra desgracia, ante aquella circunstancia que nos mantenía a todos secuestrados en aquel Balneario.
A la hora de comer llegó de nuevo el vigilante. Con su chubasquero negro emergió de la lluvia como un fantasma; venía agitado, traía nuevas noticias. Se habían caído varias casas en la ciudad y el rio, desbordado, había arrastrado no se sabe cuántos inocentes. Luego tras unas frases de aliento, despareció en la cortina de agua. Seguía lloviendo. La tarde caía y por segunda vez pasaríamos allí la noche. Así fue.
Al amanecer del tercer día pareció que el tiempo mejoraba. Al horizonte unas leves brisas abrieron las nubes pero fue breve la esperanza. El cielo cerró sus puertas y la noche de lluvia cayó nuevamente sobre el Balneario. Así siguieron no sé cuantos días. Comíamos, hablábamos, mirábamos y dormíamos sin solución de continuidad. Mientras, nuestro ánimo se iba lentamente encrespando como las olas. Creo que fue el undécimo o quizás el duodécimo día, no estoy ya seguro, cuando llegó de nuevo el vigilante. Un barco había naufragado en la playa y los tripulantes habían salvado a nado la orilla. Llegaron empapados. Eran apenas media docena de hombres serios, callados, curtida la piel por la sal y el viento; oscuros. Un joven entre ellos los acompañaba. Comieron apenas y después como un montón de ropa mojada olvidada en un rincón, se durmieron arremolinados los unos contra los otros. Otra noche más de lluvia.
Al día siguiente nos alarmó un fenómeno hasta ahora ausente. El agua empapando la tierra había formado barro que por su mismo impulso comenzó a avanzar contra la fachada del balneario. El fango había hecho su aparición y con él el desenlace que todos habíamos temido. El miedo que anidaba, agazapado en nosotros comenzó a crecer y a buscar una salida. Fue una noche en la cena; todo sucedió muy rápido.
.Dejé eso quieto ahí ¡maldito impertinente¡
La marquesa había asido por la chaqueta al irritante camarero impidiéndole retirar el cubierto de pescado que no iba a utilizar. Todos enmudecimos bajo la luz tenue de los candelabros que desde hacía veintisiete noches eran nuestra única iluminación. Por unos instantes como dos amantes sorprendidos, ambos quedaron quietos. El camarero girado sobre si, su mirada fija en los ojos de la marquesa, impasible. Poco a poco Doña Isabel fue aflojando la presa hasta que libre, ajustándose la pajarita, el camarero abandonó el salón tras el biombo de raso que conducía a las cocinas.
-Tenemos que hacer algo con este mequetrefe- aseguró teatralmente ofendida Doña Isabel. Todos asintieron mientras cada cual añadía un nuevo motivo a los cargos contra semejante personaje: “No me sirve la ensalada”, “me trae la sopa fría”, “Siempre me pregunta que tomaré”.
No sé como ocurrió. Surgió de repente. Todos estábamos de acuerdo; había que juzgar a aquel irritante elemento y hacerle pagar su descaro. Se improvisó un tribunal: la parte fiscal se representó en el padre de familia numerosa; la defensa corrió a cargo de la solitaria señorita del libro y la marquesa y sus amigas formaron el resto del jurado. El fiscal fue implacable desgranando acusaciones y citando testigos. Nunca asistí a transformación más radical. El pacífico padre de familia inflamó las mentes de todos con su discurso: acusaba, vociferaba, amenazaba con una vehemencia inaudita. La defensa intentó justificar en las extraordinarias circunstancias la actitud del altivo camarero. Era todo inútil: ¡estaba ya condenado
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LucasMalone
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LucasMalone

Registrado: 11 Jun 2020
Mensajes: 40059

MensajePublicado: 14 Diciembre 2020 11:48:51    Título del mensaje: Responder citando

pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy inquieta,
le propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que
les diese fruta y poder disfrutar de su sombra en los días
más calurosos. La Verdad, que no tiene doblez y se
conforma con poco, aceptó la propuesta.

Cuando el árbol estuvo plantado y empezó a crecer frondoso,
la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre
las dos, cosa que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a
entender con razonamientos muy bellos y bien construidos que
la raíz mantiene al árbol, le da vida y, por ello, es la
mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la Verdad que
se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, En tanto,
ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir
y vivir por encima de la tierra, lo que sería un gran
peligro, pues estarían a merced de los hombres, que podrían
cortarlas o pisarlas, cosa que también podrían hacer los
animales y las aves. Además, le dijo que los grandes calores
podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el
contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.
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