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SÍNDROME DE LA CABAÑA
Es un estado anímico, mental y emocional que se ha estudiado en algunas personas que tras pasar confinados tantos días, siente miedo, incluso pánico o fobia, por volver a salir a la calle.

Diario de un afectado por el “Síndrome de la cabaña” Día 2º
Querido diario, hoy mientras rebuscaba en mi exigua biblioteca algún libro para hacer más llevadero el tedio del confinamiento, mis legañosos ojos se posaron en un título que me ha dejado cavilando, “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne. El título me ha dado pie a plantearme el porqué de una conducta que me había pasado desapercibida emboscada en la cotidianidad; se trata, como no, del tema pijama y sobre todo una pregunta ha saltado como una liebre ¿cuánto hace que lo llevo puesto? Los lamparones de la parte superior dan a entender que mucho, conforman la paleta de un pintor gastronómico ¿a quién quiero engañar con una metáfora tan poética? En realidad se asemeja mucho más a la chaquetilla del camarero de un chiringuito de playa en temporada alta. La mancha de café es del desayuno de ayer, la de mayonesa es del sándwich de la semana pasada ¿y esta de salmorejo, de cuando? ¡Joder ya no lo recuerdo! pero de este mes seguro que no. El pantalón mejor ni mirarlo porque tiene tantos restos de fluidos que daría para 4 temporadas de CSI las Vegas.
Todos los días escucho en radio y televisión a psicólogos, sociólogos, antropólogos y hasta a los ornitólogos darnos la turra con lo de que mantengamos nuestras costumbres y nuestros horarios de cuando éramos libres para no caer en la dejadez, la indolencia y la molicie y sobre todo insisten mucho en lo de no andar por casa todo el día en pijama. Yo ni caso, pues esta prenda ya forma parte del vestuario imprescindible en mi vida diaria, es como el chándal para un yonky.
Además todos estos listillos con diploma, chaqueta con coderas y gafas de pasta, que nos dan tantos consejos, seguro que nunca han experimentado en sus carnes el placer máximo al que un ser humano puede aspirar y es ese momento del día recién levantado de la cama en el que mientras estás subiendo la persiana introduces lentamente tu mano bajo la goma de la parte trasera del pantalón del pijama y comienzas a rascarte la nalga con fruición ¡Qué gozada, capricho de dioses!
Por hoy me despido querido diario. Un día más, un día menos.

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SÍNDROME DE LA CABAÑA
Es un estado anímico, mental y emocional que se ha estudiado en algunas personas que tras pasar confinados tantos días, siente miedo, incluso pánico o fobia, por volver a salir a la calle.

Diario de un afectado por el “Síndrome de la cabaña” Día 2º
Querido diario, hoy mientras rebuscaba en mi exigua biblioteca algún libro para hacer más llevadero el tedio del confinamiento, mis legañosos ojos se posaron en un título que me ha dejado cavilando, “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne. El título me ha dado pie a plantearme el porqué de una conducta que me había pasado desapercibida emboscada en la cotidianidad; se trata, como no, del tema pijama y sobre todo una pregunta ha saltado como una liebre ¿cuánto hace que lo llevo puesto? Los lamparones de la parte superior dan a entender que mucho, conforman la paleta de un pintor gastronómico ¿a quién quiero engañar con una metáfora tan poética? En realidad se asemeja mucho más a la chaquetilla del camarero de un chiringuito de playa en temporada alta. La mancha de café es del desayuno de ayer, la de mayonesa es del sándwich de la semana pasada ¿y esta de salmorejo, de cuando? ¡Joder ya no lo recuerdo! pero de este mes seguro que no. El pantalón mejor ni mirarlo porque tiene tantos restos de fluidos que daría para 4 temporadas de CSI las Vegas.
Todos los días escucho en radio y televisión a psicólogos, sociólogos, antropólogos y hasta a los ornitólogos darnos la turra con lo de que mantengamos nuestras costumbres y nuestros horarios de cuando éramos libres para no caer en la dejadez, la indolencia y la molicie y sobre todo insisten mucho en lo de no andar por casa todo el día en pijama. Yo ni caso, pues esta prenda ya forma parte del vestuario imprescindible en mi vida diaria, es como el chándal para un yonky.
Además todos estos listillos con diploma, chaqueta con coderas y gafas de pasta, que nos dan tantos consejos, seguro que nunca han experimentado en sus carnes el placer máximo al que un ser humano puede aspirar y es ese momento del día recién levantado de la cama en el que mientras estás subiendo la persiana introduces lentamente tu mano bajo la goma de la parte trasera del pantalón del pijama y comienzas a rascarte la nalga con fruición ¡Qué gozada, capricho de dioses!
Por hoy me despido querido diario. Un día más, un día menos.

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